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El café de Ocata
Ya no hablamos de raza. No hay que hablar de raza. Decir raza es pecar contra el humanismo. Y , viendo la historia del siglo XX, posiblemente así tiene que ser. Las leyes más importantes son las que sin estar en ningún código legal, afectan al uso de las palabras y, en consecuencia, a la manera de expresarnos a nosotros mismos ante nosotros mismos. Pero el hecho de prohibir una palabra no significa que aquello que la palabra designaba no siga, de una u otra forma, vivo. Puede seguir viviendo de manera latente, como un parásito cavernario, bajo la superficie de las nuevas palabras consagradas. Estoy pensando en "cultura" y, en concreto, en la manera que tienen algunos de hablar de "la cultura gitana".