Kostas Axelos se imagina en sus Cuentos filosóficos a un matrimonio de centauros que contempla con dulzura a su hijo que anda trotando inocentemente, a su aire, por una playa mediterránea. El marido se vuelve hacia su mujer y le pregunta: “¿Debemos decirle que solamente es un mito?”
Amiel se imagina en su Diario íntimo a un grillo que canta creyéndose un ruiseñor. Todos sabemos que el grillo no es un ruiseñor, pero -nos pregunta- ¿para qué decírselo?
En esa pregunta hay latente una ironía trágica, una tragicomedia que pudiera ser la de la filosofía.