Circula por ahí un "Manual de Resistencia Activa" a la LOMCE que parece estar promovido por la FAPAC (Federació d'Associacions de Mares i pares d'Alumnes de Catalunya) y que no tiene desperdicio. Tanto es así, que bien pudiera hacerse pasar por una campaña publicitaria negativa de la escuela privada.
Su punto de partida es que la LOMCE "se fundamenta en valores conservadores y neoliberales", que parecen ser valores o similares, o, como mínimo, complementarios. Esta grosería intelectual no tendría mayor importancia si no fuera porque los redactores del Manual propugnan para las escuelas un conocimiento basado "en criterios científicos y rigurosos".
El Manual propone, entre otras cosas, "establecer acuerdos que comprometan a la Comunidad Educativa de cada centro para [...] asegurar que los proyectos educativos estén basados en la educación integral y el trabajo por competencias". Pues miren ustedes, dejando de lado que este compromiso lo asumiría gustosamente el señor Wert, no deja de ser llamativo que se asocie la educación integral con la novísima fórmula mágica de las competencias. ¿Habrá algo más economicista que las competencias? ¿Y esto del economicismo no es -según la Vulgata- neoliberalismo?
Quizás alguien debiera informar a los defensores del Manual que la moda de las competencias se pone en marcha cuando el Departamento de Educación y Trabajo de los Estados Unidos creó la Secretary's Commission on Achieving Necessary Skills (SCANS) para definir las capacidades que los trabajadores debían poseer para encontrar trabajo en el mundo actual. Los resultados se publicaron en un documento titulado What Work Requires of Schools: A SCANS Report for America 2000, que contenía un amplio listado de competencias profesionales al mismo tiempo que señalaba que las competencias no se definen, sino que se reconocen en las mejores prácticas profesionales que en cada caso se tengan en consideración. ¿No se supone que todo lo que viene de los USA es también conservador y neoliberal?
Miren ustedes, programar por competencias significa imponer una concepción venal del conocimiento, según la cual sólo tiene valor aquel conocimiento que se puede vender a buen precio en el mercado.