Algunos parecen sospechar que hay una especie de conspiración televisiva internacional para mantener al pueblo atontado. ¡Qué ingenuos! Lo que hay es una conspiración del pueblo para mantener atontadas a las televisiones. Si la mediocridad televisiva respondiera a un plan preconcebido de una mentes perversas partidarias de la idiocia universal, estaríamos de enhorabuena, porque tendríamos contra qué sublevarnos o, al menos podríamos soñar con una programación mejor. Pero si los programadores televisivos se limitan a ofrecer a la gente lo que la gente pide, es decir, si en realidad somos usted y yo, los que elaboramos las programaciones, concedemos los minutos de oro y movemos de aquí para allá las audiencias, entonces no tenemos salvación.