Los griegos llamaban a la felicidad "eudaimonía", algo así como "estar acompañado por un duende bueno". Es un duende caprichoso, el eudaimon. Va y viene a su antojo. A veces se queda a pasar un rato con nosotros, en ocasiones incluso se instala una temporada a nuestro lado, pero no le gusta tener domicilio fijo. Lo que sí podemos decir es que a algunos apenas los visita. Y no sabemos por qué.