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El café de Ocata
Decía Kierkegaard, que ha sido uno de los pocos filósofos que sabían reírse, que en el teatro moderno el malo está siempre representado por los personajes más brillantes, mientras que el bueno, el que actúa correctamente, está representado por un aprendiz de tendero. Los espectadores actuales encuentran esto tan normal, que lo que aprenden de la obra es la confirmación de lo que ya saben: que no pueden contentarse con ser aprendices de tendero.