Cuando el duque de Tovar dirigía el Teatro Real de Madrid se veía sometido a todo tipo de presiones, peticiones y consejos. En una ocasión se vio obligado a ceder a la insistencia de unos amigos, que querían que oyera a un tenor supuestamente destinado a las más altas glorias de la lírica. Cuando tuvo lugar la audición, el tenor cantó la gran aria de La Boheme con una voz tan melíflua que apenas traspasaba el foso de la orquesta. Insistía, pero sin gracia ni dotes. Finalmente, el duque de Tovar, dirigiéndose a quien más lo había recomendado, le dijo: "Es inútil insistir; se trata de un tenor confidencial".
Volvía yo esta tarde de Vic y escuchaba a un político sin credibilidad por la radio y pensaba en el duque de Tovar.