Quizás, como decía Calderón, haga falta desmentir
... a quien murmuraque se embotan los acerosen el corte de las plumas.
Pero el capitán Andrés Fernández de Andrada dejó para siempre desmentido, con su Epistola moral a Fabio, a quien se atreva a sugerir que se embotan las plumas con el corte del acero.
Más quiere el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,
que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.
Triste de aquel que vive destinado
a esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado.
La colonia de los vicios es la Corte; el privado, el consejero o ministro del monarca; "augur de los semblantes del privado, un endecasílabo perfecto. El poeta en lugar de “rostros” habla de “semblantes”, porque el semblante, además de la cara, es el estado de ánimo que se asoma en cada momento al rostro. Los cortesanos están obligados, por profesión, a ser hermeneutas.
Ha sido Antonio Pérez quien me ha despertado estos versos de Fernández de Andrada, pues en uno de sus aforismos dice: "Privados llama la lengua española, quizá porque, en siendo privados, se hallan privados de la seguridad natural".
Y ya que estamos con la Epístola moral a Fabio, despertemos también sus últimos versos:
Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
de cuanto simple amé: rompí los lazos.
Ven y sabrás al grande fin que aspiro,
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.