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Me despido de Tarragona. He acabado las cinco conferencias sobre los lugares de la filosofía. Creo que dignamente.
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Les he dicho un adiós parsimonioso a las murallas de la ciudad, que a medida que la tarde declinaba parecían crecer sobre sus sombras, y a la loba capitolina, nuestra madre común,
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a los gatos que merodean por entre las ruinas. No hay visitantes mas fieles de las antigüedades.
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y a mi librería en Tarragona, una joya.
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Y en sus estantes he descubierto uno de los primeros libros de un gran autor, Landsberg, del que ya he hablado por
aquí. ¿Cómo no admirar a alguien que, en sus
Reflexiones sobre Unamuno, dejó escrito:"No pretendamos arrebatar al español su fecundo descontento de sí". Ha sido un hallazgo emocionante, tanto que por su culpa he llegado con el tiempo justo a mi última conferencia.