Dicen los entendidos que Bruckner componía desde el lugar al que Mahler quería llegar, el cielo. Yo he salido esta tarde a disfrutar de la puesta del sol llevando a Bruckner en los auriculares, con la esperanza de encontrarme con el regalo del cielo. Llevamos varias tardes de escándalo, en Ocata. Sin embargo somos pocos los que salimos a disfrutarlas... Claro, es que ha refrescado...
Me da a mi que nuestro Menéndez Pelayo era menos menendezpelayista de lo que comúnmente se piensa. Él tiene claras sus ideas y sabe en cada momento donde pisa, cosa que es de mucho agradecer en estos tiempos en que la penumbra y la confusión se consideran más luminosas que la certeza, pero a veces deja traslucir una clara simpatía por aventureros del espíritu que se encuentran en el lado oscuro de la fuerza. El caso más notable que he encontrado es el de Miguel Servet, sobre quien don Marcelino estuvo tan interesado que llegó a reunir una amplia biblioteca. Ya me dirán ustedes cómo hay que tomar esta sucinta y apasionada presentación de Servet en sus Ensayos de crítica filosófica: "Espíritu aventurero, pero inclinado a grandes cosas, pasó como explorador por todos los campos de la ciencia, y en casi todos dejó algún rastro de luz. Inteligencia sintética y unitaria, llevó el error a sus últimas consecuencias, y dio en el panteísmo, como solían dar los herejes españoles e italianos de aquellos tiempos, cuando discurrían con lógica. Teólogo herético, predecesor de la moderna exégesis racionalista, filósofo neoplatónico, médico, geógrafo, editor de Tolomeo, astrólogo perseguido por la Universidad de París, hebraizante y helenista, estudiante vagabundo, controversista incansable a la vez que soñador místico; extremoso en todo, voltario e inquieto, errante siempre, como el judío de la leyenda, espíritu salamandra, cuyo centro es el fuego (...), la historia de su vida y de sus opciones excede a la más complicad novela." Confieso que he tenido que confirmar el significado intuido de "voltario": "De carácter inconstante". Viene de "vuelta", claro. Me quedo con la palabra.
Me gusta la envenenada sutileza con que Menéndez Pelayo trata a sus enemigos. Para muestra, un botón: "El culto de la verdad exige de nosotros demostraciones y no dicterios. Si algún día, en los hervores de la primera mocedad, traspasé algo los límites de la moderación en las controversias, hoy me pesa de ello, y no quiero contribuir ni en poco ni en mucho a la propagación de los perversos hábitos literarios que van haciendo incompatible el oficio de escritor con el de persona culta y bien criada." Ahí queda eso. Menéndez Pelayo, Ensayos de crítica filosófica.