13:41
»
El café de Ocata
Cuenta Iliá Ehrenburg en sus interminables memorias (2.000 páginas dan ocasión hasta de lamentar que el escritor ruso no fuera un poco más olvidadizo) que en julio del 36, tras la derrota de la insurrección militar en Cataluña, se recluyó a los principales insurrectos en el crucero Uruguay, que hacía las veces de cárcel flotante en el puerto de Barcelona. Buena parte de la población pedía la cabeza de los detenidos, pero había algunas buenas personas que proponían en las Ramblas una solución más filantrópica: Había que enviar a los diez republicanos catalanes más inteligentes a dialogar con los militares sublevados a fin de hacerles ver sus errores y convencerlos de que entraran a formar parte de una comuna. Efectivamente, ¿qué mejor prueba de nuestra razón que el error de los otros? Deberíamos elegir un gobierno mundial con las diez personas más razonables de entre los nuestros para que convencieran a los malos de que tienen que ser buenos.