Del perdón cristiano, no hace falta decir nada, visto que ni el papa de Roma está dispuesto a poner la otra mejilla si le mientan a su madre. Del humor judío, Freud nos ofrece una muestra excelente en El malestar de la cultura:
"Un gran poeta puede permitirse el lujo de decir, al menos irónicamente, verdades psicológicas severamente prohibidas. Así, Henrich Heine, admite: "Tengo la disposición más pacífica. Aquí están mis deseos: una cabaña modesta, techo de paja, pero con una buena cama, buena comida, leche y mantequilla, bien fresca, flores delante de la ventana y delante de la puerta algunos hermosos árboles, y si el buen Dios quiere hacerme completamente feliz, me concederá la alegría de ver, digamos, a seis o siete de mis enemigos colgados de esos árboles. Antes de que mueran les perdonaré, de todo corazón, todos los males que me han hecho, porque, ciertamente, hay que perdonar a los enemigos, pero no antes de que sean ahorcados".
Elisabeth Lévy, Sigmund Freud, Heinrich Heine : le pardon et l’humour juif
Por si acaso: Je ne suis pas Elisabeth Lévy.