23:00
»
El café de Ocata
"Tenemos un régimen político que no se propone como modelo las leyes de los vecinos, sino que más bien es él modelo para otros. Y su nombre, como las cosas dependen no de una minoría, sino de la mayoría, es Democracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de derechos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito lo que hace acceder a ellos; a la inversa, la pobreza no tiene como efecto que un hombre, siendo capaz de rendir servicio al Estado, se vea impedido de hacerlo por la oscuridad de su condición. Gobernamos liberalmente lo relativo a la comunidad, y respecto a la suspicacia recíproca referente a las cuestiones de cada día, ni sentimos envidia del vecino si hace algo por placer, ni añadimos nuevas molestias, que aun no siendo penosas son lamentables de ver. Y al tratar los asuntos privados sin molestarnos, tampoco transgredimos los asuntos públicos, más que nada por miedo, y por obediencia a los que en cada ocasión desempeñan cargos públicos y a las leyes, y de entre ellas sobre todo a las que están dadas en pro de los injustamente tratados, y a cuantas por ser leyes no escritas comportan una vergüenza reconocida".
Conmemorando a los caídos en el primer año de la Guerra del Peloponeso, Pericles se puso retórico y entusiasmó a los vivos. Los muertos, por supuesto, no le escuchaban. Sí le han escuchado miles de lectores posteriores... creyendo que era verdad lo que Pericles pretendió que fuera verdad. ¿Y qué puede un hecho miserable ante una hermosa verdad?
11:15
»
El café de Ocata
Diálogo entre un francés y un español en una comedia satírica anónima rusa de los años treinta del siglo XVIII:
Francés: Serviteur, seigneur (quiero decir que estoy a su disposición).Español: Señor, no entiendo francés.Francés: Pues yo no entiendo español. No se ofenda, señor, oigo que está hablando en eslavo. ¿Dónde, señor, ha aprendido esa lengua?El español quiere eludir la respuesta, pero el francés insiste: Señor mío, me asombra ver a un español hablando una lengua extranjera.Español: ¿Por qué?Francés: Porque los españoles viajan poco, no salen de su tierra.Español: Es que no les hace falta: en su tierra tienen todo lo que necesitan.Francés (al público): Señores, no se rían; señor mío, no se ofenda, pero en otras tierras hay muchas cosas que en España sería imposible hallar.Español: No entiende lo que le digo. No me refiero a fruslerías, que en otras tierras hay, sino a la astucia, al arte bélico y a la vida perfecta.Francés: Que es precisamente lo que en España no hay, pero vuelvo a lo anterior; me gustaría saber dónde, señor, ha aprendido a hablar en eslavo.
Más adelante nos enteramos que el español aprendió eslavo en la guerra contra el turco, cuando "servía al César". El francés y el español defienden sus respectivos modelos de vida buena. El francés prefiere vivir atado, pero en un palacio, que libre, pero pobre y vagabundo. El español pregunta: "¿Hay mayor esclavitud que la de un palacio? ¿Hay mayores pecados que los que se cometen en un palacio?", a lo que responde el francés: "Señor mío, no se enfade, pero en la guerra los pecados no son menores". El español le espeta: "Está usted hablando con un caballero español!".Esta es la respuesta del francés: "No conozco un pueblo más orgulloso y vago que el español; se pone por encima de todo el mundo, y la mayoría, para tener una vida regalada, se mete en un monasterio y allí trabaja para su estómago".
Contra esta herencia peleó el gran Joaquín Costa. Maeztu lo que pretendía era explicar el fracaso de Costa.