En enero de 1937, Frida Kahlo llega a París con la intención de mostrar su obra en una exposición. Pero se encuentra con que André Breton, que debería haber tenido todo preparado, no ha pensado en una galería. ¡Ni tan siquiera ha sacado sus cuadros de la aduana!
Frida se siente desesperada con los intelectuales y artistas europeos y, como muestra, aquí está un botón:
“Hablan sin cesar a cerca de la ‘cultura’, el ‘arte’, la ‘revolución’, etc. Se creen los dioses del mundo, sueñan con las tonterías más fantásticas y envenenan el aire con teorías y más teorías que nunca se vuelven realidad. A la mañana siguiente, no tienen nada que comer en sus casas, porque ninguno de ellos trabaja. Viven como parásitos, a costa del montón de perras ricas que admiran la ‘genialidad’ de los ‘artistas’: mierda y sólo mierda, eso es lo que son. Nunca he visto a Diego ni a ti [se refiere a Muray, un amigo estadounidense] perdiendo el tiempo con chismes estúpidos y discusiones ‘intelectuales’: por eso ustedes sí son hombres de verdad y no unos cochinos ‘artistas’… ¡Caramba! Valió la pena venir sólo para ver por qué Europa se está pudriendo y cómo toda esta gente, que no sirve para nada, provoca el surgimiento de los Hitler y los Mussolini. Creo que voy a odiar este lugar y a sus habitantes todo el resto de mi vida. Hay algo falso e irreal en su carácter que me vuelve loca.”
Frente a los artistas europeos, Diego Rivera le parece un prodigio de sensatez. Me temo que nunca se ha hecho una acusación más denigrante contra los intelectuales y artistas europeos.