Decía yo ayer en una conferencia en Barcelona que con algunos niños que tienen un nivel muy bajo de conocimientos, lo máximo que podemos conseguir es que tengan un nivel un poco menos bajo. Inmediatamente vi algunas caras de disgusto entre las personas que me escuchaban. Nada nuevo. En el turno de intervenciones alguien me dijo que estaba en contra de mis palabras porque "todos los niños han de triunfar". Me pareció oportuno no contestarle en ese momento, pero volví a casa dándole vueltas a algo que cada vez me interesa más: el análisis de la específica racionalidad pedagógica. No hay duda de que es distinta a cualquier otra. Es sui generis y entre sus características más definitorias se encuentra la confusión entre deseos y hechos. Tiendo a creer que cuando estas confusiones se dan de manera generalizada es que obedecen a alguna necesidad. Sin embargo es evidente que no hay país en el mundo que consiga que todos los alumnos triunfen y no creo tampoco que haya ninguno tan iluso como para proponérselo. Esta capacidad de las buenas intenciones para ocultar hechos tan generales y clamorosos, me deja perplejo.