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El café de Ocata
Ando a la vez con Carrère y con Erasmo. El primero cayó en mis manos cuando acababa de leer Del desprecio del mundo y el Enquiridión y ya estaba por las primeras páginas de relectura de esa maravilla que es el Elogio de la locura. Si me permiten ustedes la ironía, juntos hacen un buen maridaje. Ahora mismo acabo de subrayar un párrafo del Elogio de la locura que estoy convencido que les va a hacer las delicias también a ustedes:
"... pero son mucho más felices aún cuando creen haber dado con algún nuevo método de enseñanza, aunque sean puras extravagancias lo que inculcan a los niños (...). Lo que no sé es con qué charlatanería consiguen a la perfección aparecer, a los ojos de estúpidas madrecitas y de padres idiotas, precisamente tal como ellos mismos desean presentarse".
Las reclamaciones, por favor, diríjanse a Rotterdam, no a Ocata.