"Nadie es contemporáneo de su presente", escribe Régis Debray en su último libro, Madame H., ofreciéndome una fórmula que andaba buscando desde hace tiempo. Quizás consideramos buenos libros aquellos que nos proporcionan las palabras que teníamos en la punta de lengua como insinuación, pero que no sabíamos hallar por nosotros mismos. Yo venía utilizando una fórmula parecida, pero más pobre: "Somos contemporáneos, pero no sólo". Debray es más radical y más claro.
Somos contemporáneos de cosas muy heterogéneas y extrañas. Y muchas de ellas no tienen nada de contemporáneas. Tan es así que buena parte de esos pensamientos que consideramos nuestros, son sólo restos de antiguos edificios que en otro tiempo pudieron conformar sistemas y que ahora son materiales abandonados en los bordes de los caminos. Nuestros pensamientos son monstruos de Frankenstein.
La contemporaneidad sólo muy parcialmente es donde se vive. Es, en todo caso, aquello que te puedes ir construyendo muy precariamente como morada a medida que vas descubriendo que no eres contemporáneo del presente, que sólo eres contemporáneo de tus esfuerzos por aclarar el presente.
O sea que... échenle una mirada a ESTO, al menos a partir de 2:16