Sugiere Lev Shestov en Apoteosis de lo infundado que el sistema es la justificación del cansancio, pues cuando un pensador pierde la capacidad y la fuerza para avanzar, comienza a asegurar que ha llegado hasta el fin. Es decir, confunde la verdad última con el límite de sus fuerzas. Llegado a este límite, mira a su alrededor y arrambla con lo que el entorno le proporciona para disponerse a elaborar una concepción del mundo.
Es decir: el filósofo que nos entrega un sistema sólo nos está ocultando su autoengaño. Si fuera un filósofo de verdad, cabal, genuino, se mantendría fiel a lo que dice ser, filósofo, y renunciaría por principio a cualquier forma de sedentarismo.
"El auténtico investigador de la vida no tiene derecho a ser un hombre sedentario", asegura Shestov. Y añade algo que hoy nos resulta un poco difícil de entender: "El orden con el que sueñan los filósofos existe sólo en las aulas".