Ferran Sáez Mateu publica hoy en el ARA un artículo titulado Aquell juliol de fa 80 anys, del que traduzco algunos párrafos.
"Aunque hoy resulte sorprendente, o incluso incomprensible, muchos de los que vivieron la rebelión facciosa del 18 de julio de 1936 recuerdan que, una vez pasada la incertidumbre generada por la noticia y la angustia de los primeros disparos, se generó un clima extraño de excitación que, al menos en ciudades como Barcelona o Madrid, parecía casi festivo. Es probable que pensaran que la aventura de los sublevados duraría cuatro días, y que, incluso, era una buena oportunidad para pasar cuentas con elementos que consideraban hostiles a la República. En las calles de una Barcelona llena de pintadas y carteles se podían leer consignas anarquistas como "Fuera el militarismo! Todos al frente!" Se publicó también el manifiesto libertario Organización de la indisciplina. El escritor -y en ese momento, político- Jaume Miravitlles recibió una carta de Salvador Dalí desde París en la que el pintor le proponía la creación de un nuevo departamento de la Generalidad llamado "Organización Irracional de la Vida Cotidiana" (! ?). Miravitlles le contestó, simplemente, que no era necesario ...
Estas historias delirantes, pero del todo reales, las pueden encontrar en El cielo prometido. Una mujer en el Servicio de Stalin (Ariel), del escritor, pedagogo y colaborador del ARA Gregorio Luri. El libro se publicó hace sólo un par de meses y es, en muchos sentidos, un ensayo histórico extraordinario. Sirve para comprender cómo era el ambiente de la Cataluña urbana de hace apenas 80 años, evidentemente, pero no se limita a esto. De hecho, constituye una biografía y una disección psicológica de una mujer que ha pasado a la historia por ser la madre del asesino de Trotski, Ramón Mercader. Caridad Mercader nació en Cuba y se crió en Barcelona, en el seno de la altísima burguesía. Su trayectoria vital fue a la vez absurda y fatalmente coherente. Es exactamente esta profunda contradicción la que Luri analiza de manera magistral, partiendo de fuentes directas y, en la mayoría de los casos, rigurosamente inéditas.
¿Qué podía impulsar una joven de buena, culta y atractiva, a defender el totalitarismo de Stalin hasta el final de su vida? No olvidemos que, aparte de ser la madre de quien terminó abriendo el cráneo de Trotsky a golpes de piolet, tuvo un papel muy relevante durante la Guerra Civil, dentro y fuera de Cataluña y de España, y que continuó su activismo en el exilio hasta el final. No olvidemos tampoco que, de joven, no fue una obrera textil o algo por el estilo, sino una ociosa amazona rodeada de grandes burgueses y aristócratas. Es probable que incluso muchos años después de la guerra Caridad Mercader asumiera misiones en pro de la causa soviética "de las que exigen mantener cerca el dedo del gatillo de la pistola", en palabras de Luri. Visto con perspectiva, es probable que aquel julio de 1936, hace apenas 80 años, fuera uno de los grandes puntos de inflexión de la bien o mal llamada Era de las Ideologías, es decir, del trágico siglo XX. No es ninguna exageración afirmar que fue el preludio siniestro de la Segunda Guerra Mundial: una especie de campo de entrenamiento del totalitarismo de derechas alemán e italiano, aliado de Franco, y del totalitarismo soviético, aliado de la República. Después de 1945, esta condición dramáticamente ambigua condenaba España a permanecer en el limbo del tablero internacional, así como a 40 años de dictadura.