Tengo que celebrar mi encuentro con el navajo Stevie Mannel en Page, Arizona. Estaba -el indio- completamente borracho y se le había metido en la cabeza que yo era novelista. Yo, a mi vez, quise saber si aún quedaba memoria entre los navajos del indio Manuelito.
Tengo que celebrar un cuatro de julio en Escalante a donde llegué porque en Antinomia no había conexión a internet.
Tengo que celebrar aquella mañana en que recorrimos Devil Dog Road y mi Agente Provocador y yo nos paramos a desayunar huevos rancheros en el restaurante de la india Hualapai.
Tengo que celebrar mi reciente viaje a Uruguay, a donde me invitaron porque habían leído mis libros.
Tengo que celebrar mi próximo viaje a México. Me invitan el Ateneo Español y el gobierno mexicano porque han leído mis libros. Tengo que celebrar que no tengo tiempo material para saludar a tantos amigos mexicanos como me gustaría.
Tengo que celebrar que mañana como una paella en La Cuina dels Capitans con mi amigo mexicano Luis Moctezuma.
Tengo que celebrar a Homero Aridjis y a los amigos de Chile, de Uruguay, de Paraguay, de Perú, de Venezuela (¡a ver cuándo podemos hacer, finalmente, ese viaje tantas veces pospuesto!), de Cuba (en este caso añado mi admiración por su compromiso con los derechos humanos), de Puerto Rico...
Tengo que celebrar todo lo que nos une, que es, exactamente, todo lo que queramos que nos una.