En su prólogo al
Catecismo Positivista de Augusto Comte, Antonio Zozaya, tras dejar escapar que "Comte se amaba a sí mismo con amor de mujer", recoge a pie de página esta anécdota: "Cuéntase que el propietario de la casa en que murió Augusto Comte en la Rue de Monsieur le Prince, asombrado al ver que en tan reducido espacio se reuniese tanta gente para llevar a cabo las prácticas religiosas del Positivismo, suplicó a M. Laffitte que desalojase el local. Su Religión de ustedes, dijo, será buena o mala, yo en eso no me meto; pero es una religión que carga demasiado las vigas. Así fueron tachados de ilusos los hombres que haciendo alarde de positivistas, se alejaban cada vez más de la realidad."