Gira pedagógica por las tierras de Lérida. El martes, en Balaguer; el miércoles, en Lérida y Alcarrás, y, finalmente, el jueves en Bellpuig. Aprovecho el viaje para volver a pasar por Agramunt y Castellserá, doblar la rodilla ante el Cristo de Balaguer, pasear por la "Seu Vella" de Lérida, visitar la fortaleza ibérica de Els Vilars, acercarme hasta Vallbona de les Monges... Los cielos azules y el aire limpio permiten que el perfil nevado de los Pirineos me acompañen como horizonte. La temperatura es agradable, los trigos nuevos, los almendros florecidos, las flores silvestres van apareciendo por entre los olivos... y conduzco despacio dejando que los caprichos de una atención desabrida vayan y vengan a su antojo. En Balaguer hablo ante un público, formado mayoritariamente por profesores, de la innovación crítica, que es aquella que no se deja atrapar por la seducción de lo nuevo sin antes examinar si es también bueno. Después, cena. En Lérida, Alcarrás y Bellpuig, habló del chollo psicológico que supone para los hijos tener una familia normal y moderadamente imperfecta. En Lérida, también hay cena... excesiva. Me gusta recorrer escuelas y pueblos, ver las reacciones que suscitan mis palabras y, sobre todo, escuchar. El mundo de la pedagogía tiene una racionalidad propia, sui generis, que no es nada fácil entender (por eso fracasan las reformas), pero que es sumamente interesante, como fenómeno humano. Llego a casa el jueves a las doce de la noche. Continuo dispuesto a recorrer pueblos y escuelas. De hecho, no creo que haya mucha gente que visite más centros educativos que yo. Intento tener ojos para ver y oídos para oír, porque en educación, lo más difícil es ver y oír. En las próximas semanas me esperan Madrid, Valencia, Bilbao y Sevilla.