Hay varias cuestiones que afloran en el debate sobre los deberes que son mucho más importantes que la estricta cuestión de si deberes sí o deberes no.
Por ejemplo, las posturas de algunos maestros ponen claramente de manifiesto que para ellos cualquier actividad académica es, inevitablemente, aburrida y cargante. Por lo visto, creen que basta con que un niño dedique una hora diaria a actividades intelectuales de tipo académico para que se quede agotado y ya no puede hacer nada más en todo el día. Pero lo más sorprendente es que este aintiintelectualismo tiene buena prensa.
"En el verano los niños tienen que socializar", claman algunos. Dejando de lado el hecho evidente de que muchos niños con quien socializan es con la tele y que no toda socialización es aconsejable, me pregunto por qué demonios hay pedagogos convencidos de que si un niño dedica un rato a hacer deberes, sufre tal estrago mental que queda incapacitado para hacer nada más en todo el día.
Otros objetan que los deberes fomentan las desigualdades sociales. Es exactamente todo lo contrario. Los buenos deberes son un buen recurso para ayudar a algunos niños a remontar sus dificultades culturales. En cualquier caso, las familiar culturalmente sofisticadas no rebajarán su nivel lingüístico, ni sus relaciones sociales, ni sus actividades culturales, ni dejarán de comprar la prensa, de leer libros en verano o de enviar un mes a sus hijos a los Estados Unidos... si en la escuela no les ponen deberes a sus hijos.
Las familias intelectualmente sofisticadas no necesitan hacer deberes por la sencilla razón de que no necesitan actividades puntuales para estimular intelectualmente a sus hijos. Estos ya viven en un ambientes cargado de estímulos. No practican la desconexión intelectual.
Si algo estamos viendo con claridad es que la distancia entre las actividades espontáneas de los niños y las demandas profesionales de la vida adulta es cada vez mayor. Allá quien deduzca de este hecho la necesidad de estimular el desarrollo de actividades espontáneas en el niño. Yo me considero autorizado a deducir otra cosa y a actuar en consecuencia.