Recientemente tuve el honor de formar parte del tribunal que juzgó una tesis doctoral, que trataba del estatuto epistemológico del mito platónico, en el departamento de filología griega de la Universidad de Barcelona. Como correspondía, además de leerme atentamente la tesis, repasé los pasajes más relevantes de Platón sobre el mito y así encallé en
República 602, porque descubrí, como tantas veces me ocurre, lo nuevo en lo tantas veces leído.
Platón se pregunta a qué parte del hombre dirige la poiesis (en este contexto se refiere a la poesía homérica principalmente) su dínamis. Es decir, qué parte del alma es el blanco de los versos del poeta o, dicho de otra forma, cuál es la parte del alma más sensible a la pasión poética. Platón es grande por el mero hecho de hacerse preguntas como ésta, pero es inmensamente grande por iluminarnos con sus respuestas para poder huronear por los recovecos de nuestra alma hasta dar con esa porción poéticamente lábil. La caracteriza por los siguientes rasgos:
- "No conoce el criterio" (parà tà métra).
- En ella el hombre no se reconoce completamente a sí mismo (no es"homonoêtikôs), es ajeno a sí mismo porque constituye el escenario de un enfrentamiento permanente del alma consigo misma (utiliza dos veces el término stasis, que en el vocabulario político nombra la guerra civil).
- Carece de coherencia (enantiosis).
- Es contradictoria consigo misma (mákhetai autòs hautô)
- Es sensible a la poikilía (literalmente, a la mezcla de colores, pero Platón utiliza a veces este término para describir la abigarrada mezcla de caracteres personales que se encuentran en el puerto del Pireo).
- Le da, finalmente, el doble nombre de "tò aganaktêtikón" y "poikilion".
¿Cómo traducir este "tò aganaktetikón", aun pidiendo consejo a los sabios que aparecen de vez en cuando por este café, me atrevo a traducirlo como "la emotividad", en tanto que es capaz de tomar todas las formas de una
poikilía de acuerdo con la habilidad del poeta.