Escuché la frase casualmente en el último capítulo de una serie de televisión, Godless, y como eran, exactamente, las palabras que estaba buscando para dar forma a una idea que andaba rondándome difusa, me quedé inmediatamente con ella:
Es terrible amar lo que la muerte ha tocado.
En Godless estas palabras reflejan el dolor de alguien que entierra a un joven amante con el que apenas se ha intercambiado un beso, pero a mi me interesaron porque creo que no se puede amar más que lo que la muerte ha tocado, a seres mortales.
He buscado durante una semana denodadamente al autor de esta frase, sin encontrarlo. Algunos dicen que se trata de un poema del judío tudelano Yehuda Halevi, pero tengo sus poemas y no aparece en ellos, aunque no sé si me edición es completa. Me cuentan que en los funerales judíos en Estados Unidos no es inusual que se recite un poema atribuido a Halevi que comienza diciendo
Es algo terrible amar lo que la muerte ha tocado
Y acaba buscando consuelo en eso mismo que ha tachado de terrible:
Es algo humano, amor, algo santo, amar lo que la muerte ha tocado.
Otros sostienen que se trata de un verso extraído de un poema de Immanuel Romano (Immanuel ben Silomón), cosa que me parece más probable, porque se ajusta bien a su visión de la vida, pero no puedo confirmarlo.
Parece, incluso, que Flannery O'Connor cita el verso en una carta, pero atribuyéndoselo a Eugene O'Neill. He encontrado la referencia en un libro francés:
Pitié pour l'homme qui aime / ce que la mort peut toucher.
Pensaba yo mientras iba dando palos de ciego en busca del autor de este verso que los cristianos estamos tan ligados a lo que la muerte ha tocado que hasta nuestro Dios ha sido tocado por ella, quizás para que lo podamos amar de esa manea inconstante y voluble que es la nuestra... no lo sé.
Si sé que la muerte no puede tocar otra cosa que la vida y que toda vida es vida porque lleva en sí la herida del contacto con la muerte, que es una herida por la que mana el tiempo.