Ironizaba Voltaire sobre la oración diciendo que rezarle a Dios es como intentar convencerse a uno mismo de que con palabras puede alterar el rumbo de la naturaleza. Que esto lo diga Voltaire tiene su guasa, porque sus palabras alteraron profundamente el rumbo de la naturaleza.... humana, o, más precisamente, de eso que Aristóteles llamaba "las cosas humanas", que es el reino de la política.
Sí, en efecto, en las cosas humanas las palabras tienen consecuencias. Por eso el buen político es el que provoca con sus palabras las consecuencias que persigue. En política la cadena de causas y efectos no está mediada, como en las ciencias, por leyes empíricas, sino por discursos retóricos.
Y ahora vamos a las elecciones catalanas.
Me parece a mí que cuanto más tiempo pase, más claro se verá -pero sólo para quien quiera verlo- que el triunfador auténtico de estas elecciones ha sido el famoso 155. En primer lugar, porque todos los que se han presentando a las mismas lo han legitimado de facto y, en segundo lugar, porque los que proclamaron la república catalana ahora prometen cuatro años de estabilidad constitucional a los que parece que quieren dar el nombre de "construir la república".
Puigdemont es bueno lanzando palabras como cebo dialéctico a la plaza del pueblo. Es bueno presentándose a sí mismo con una mano como el resistente heroico que ha triunfado por negarse a ceder, mientras con la otra renuncia a la vía unilateral para la independencia y vuelve a sacar el argumento del referendum pactado. Puigdemont es bueno situando los debates en el terreno que a él más le benefician. Es un político con una enorme capacidad retórica. Sabe que quien discute contigo partiendo de tus premisas y utilizando tu lenguaje, ya puede darse por derrotado.
La paradoja política es que ha ganado el 155 al mismo tiempo que ha perdido el PP.
Con respecto a Ciudadanos la importancia efectiva de su indudable triunfo electoral, se calibrará por su capacidad para hacerlo efectivo en las municipales del 2019. Será entonces cuando pueda hacerse con un poder institucional que, hoy por hoy, sus escaños sólo le dan de manera parcial.
En definitiva: ha triunfado el 155, pero su triunfo ha sido matizado porque sólo hablan de él quienes aseguran que ha sido derrotado, ocultando así su sometimiento al mismo. De esta manera hacen creíble la ruptura dialéctica entre causas y consecuencias.
Las palabras, efectivamente, modifican el curso de las cosas humanas.