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El café de Ocata
Según me aseguran los que saben, los libros relacionados con la educación, especialmente, los que propugnan innovaciones han dejado de interesar al público lector. La innovación ha dejado de ser editorialmente glamurosa. Me muestran los datos de ventas de unos cuantos libros aparecidos recientemente y, efectivamente, comparando lo que algunos venden con lo que hasta hace poco vendían, algo está pasando. ¿Ha comenzado la innovación a repetirse o a oxidarse?
Hay otros indicios que apuntan en la misma dirección. Hablo con mucha gente del mundo educativo y ya había comenzado a notar por una parte, un creciente escepticismo con las recetas innovadoras y, por otra, un intento de restringir el vocabulario de la innovación a la publicidad en el momento de las matrículas, mientras la práctica se maquillaba ligeramente.
Parece, pues, que ha reventado la burbuja. Me alegro, porque así podremos recuperar un verbo imprescindible, el verbo "mejorar", que había quedado sepultado por el ruido del verbo "innovar".
Eso no quiere decir que una cierta cursilería pedagógica tarde en darse cuenta de que no es lo mismo prometer que dar trigo. Hace dos días me llegó publicidad de una institución que anunciaba "las propuestas pedagógicas innovadoras para la próxima temporada". Obviamente, me niego a hacerle propaganda.