Los amigos de Benjamin Péret, el escritor surrealista, contaban lo siguiente como si fuera una hazaña digna de ser alabada.
En las calles de París, la mujer de Péret se ponía a caminar al lado de un cura. Cuando éste menos lo esperaba, ella comenzaba a gritar, roja de ira, increpándolo de esta manera: “Cochon vous n’avez pas d’honte, vous un cure, de pinser les fesses [pellizcar las nalgas] d’une femme? Et pire encore, à la rue! Cochon, cochon”. En este preciso momento Péret entraba en escena. Por supuesto, nadie sospechaba que fuese el marido de aquella mujer escandalizada. “Monsieur le curé, vous êtes une honte pour notre église. Vous êtes un vrai cochon, il faut vous corriger.” Y le arreaba un formidable puñetazo en la cara al perplejo capellán. A continuación, aprovechando la aglomeración ocasionada por la conducta del matrimonio, desaparecían los dos para ir tranquilamente a un café, donde elegían a la próxima víctima.