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El café de Ocata
Hoy ha venido a comer a casa nuestro querido amigo Luis Moctezuma, que acaba de llegar de México, y me ha traído un regalo: el teléfono de alguien que conoció a Carmen Brufau. Esta tarde lo he llamado y tras varios intentos fallidos he conseguido hablar con él. Se trata de una persona mayor y el tono de su voz subía, bajaba y a veces, se perdía, pero me ha contado cosas muy interesantes y creo que con el tiempo podrá contarme aún más.
Mis espías se han convertido, quiéralo yo o no, en mis entrañables compañeras de viaje, enigmas que me llevan de la mano por ámbitos que hasta hace poco eran para mí impensables y por los que ahora me muevo no diré que como Pedro por su casa, pero sí que con cierta familiaridad.
Los pedagogos modernos suelen insistir en lo importante que es la emoción como motor del aprendizaje. Yo de lo que puedo hablar con absoluta certeza es de que el conocimiento es un fenomenal generador de emociones y de que no hay emoción intelectual más viva y gratificante que la del descubrimiento, cuando dos piezas del rompecabezas que tenías delante encajan y de repente algo que estaba en la sombra adquiere un perfil reconocible.
¡Bendita curiosidad insistente, qué gran compañía eres!
7:48
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El café de Ocata
"Conozco por experiencia las grandes alegrías de la ilusión paternal. Sé todo lo que se sueña al pie de una cuna. Creemos que allí va a realizarse lo que nosotros, por torpeza, deficiencia o mal no hemos sabido o podido conseguir y este mesianismo sostiene a la humanidad, que si no tuviese ilusiones se daría a dos mil quinientos demonios.
Y sin embargo estas ilusiones de la cuna rara vez dejan de ser más vanas todavía, mucho más, que las de la pasión y el amor sexual.(...)
En lo electivo el ideal puede encontrarse, y por lo menos cabe correr tras él; pero en lo que impone la naturaleza (padres e hijos) hay que estar, como dicen los jugadores, a la que salte. Ese cariño es instintivo, animal (ustedes no se asustan de la palabra), y así resiste a los desencantos, o mejor dicho, no los conoce".
- De una carta de Emilia Pardo Bazán a Manuel B. Cossío, fechada en la "granja de Meirás", el 3 de septiembre de 1894.Bueno... En realidad va dirigida a la trinidad formada por Francisco Giner de los Ríos, Manuel B. Cossío y Carmen López-Cortón, mujer de Cossío y la figura -me parece a mí- más excéntrica del trío.
Añado ahora (8:58) tras encontrar la referencia que he estado buscando desde que acabé de escribir lo anterior, que fue Ortega el que dejó ir que "Cossío estaba enamorado de su maestro; de ahí los celos de Carmen" (Antonio Jiménez-Landi, "Semblanza humana de Manuel B. Cossío").