"Los escitas siempre se comían a sus abuelos; los trataban de forma muy respetuoso durante mucho tiempo, pero tan pronto como comenzaban a hacerse viejos latosos y se ponían a contar largas historias, inmediatamente se los comían. Nada podría ser más inapropiado, e incluso irrespetuoso, que comerse a esos parientes tan próximos y venerables; sin embargo, no podríamos, con toda propiedad, acusarlos de mal gusto moral.
- Sydney Smith, On Taste, 1805