Hoy es San Casiano, patrón de los maestros, aunque no por mucho tiempo, me temo, ya que este santo bien podría pasar como paradigma de la incorrección pedagógica. No hay figura más antirousseauniana que la suya en la completa historia de la educación.
Por ser cristiano y negarse a sacrificar a los dioses paganos, las autoridades romanas lo condenaron... no a las fieras, sino a algo mucho peor: a morir en manos de sus alumnos, que se prestaron muy gustosamente a cumplir con lo mandado.
Parece que Casiano no era especialmente apreciado por sus discípulos en su escuela de Imola, ya que ejercía su oficio con un rigor que, si bien resultaba eficiente, no le ayudaba a ganarse su amistad. Cuando las criaturas lo vieron desnudo y sujeto a una columna, se ensañaron con él. Rompieron sus pizarras en su cabeza y le clavaron con saña sus estiletes (de ahí viene "estilo”, del arte de manejar con elegancia el estilete) y navajas. Algunos se afanaron mucho más de lo que lo hacían habitualmente en clase, grabando caligráficamente las letras del abecedario sobre su piel de mártir.
El arma del crimen, pues, fue la tecnología didáctica. Y digo yo que solo por eso ya merece el patronazgo de la docencia.
- ¿Por qué lloras –le preguntó uno de sus infantiles verdugos, que andaba comprobando la resistencia de la piel de un maestro a la punta de un estilete-, si tú mismo nos diste estas cosas y nos dijiste que nunca debíamos permanecer inactivos? Si no escribimos bien las letras, puedes castigarnos.
Nota importante: No confundir el San Casiano mártir con el monje Juan Casiano (360-435), que en sus
Institutes dio a los monjes este sensato consejo: "Un monje siempre debe huir tanto de las mujeres como de los obispos".