INo nacemos con una predisposición biológica a la lectura similar a la que tenemos con el habla.
IILa lectura es una habilidad infravalorada, relativamente rara y bastante complicada.
IIILeer es poco natural. No existe la lectura natural y, por lo tanto, no conviene dejar su aprendizaje en manos de la espontaneidad infantil. Tenemos que aprender cómo leer para llegar a ser buenos lectores y esto requiere una instrucción explícita y sistemática
IVLas famosas “Reading wars” están científicamente resueltas a favor de los métodos sintéticos (fonético-silábicos) frente a los métodos globales.
VEl número de libros que hay en casa es el predictor más fiable del progreso escolar de un niño.
VIEl niño comprende una palabra cuando sabe usarla en contextos diferentes.
VIINo hay experiencia educativa (aunque pueda haber actividad) allí donde no hay un enriquecimiento del vocabulario del alumno.
VIIILa satisfacción lectora segrega lo que podemos llamar la “lectordorfina”. El niño capaz de leer con agilidad experimenta viva y satisfactoriamente la descarga de tensión que supone para él la liberación de los aspectos mecánicos de la lectura. Ya no se enreda en ellos. El mecanismo lector se ha convertido en hábito y puede concentrarse en la comprensión.
IXLas evaluaciones internacionales ponen de manifiesto una caída constante de la competencia lectora de los alumnos europeos, que coincide con una peculiaridad notable: nuestros adolescentes son la primera generación de la historia que consume más textos escritos por sus contemporáneos que por adultos.
XSegún Andreas Schleicher, “España aparece mejor posicionada en los rankings internacionales cuando se considera la proporción de jóvenes que tienen titulación universitaria que cuando se evalúa el nivel de comprensión lectora o habilidad aritmética de estos jóvenes. Más de un tercio de los graduados universitarios españoles no supera el nivel dos en la prueba de comprensión lectora. Por tanto, no están suficientemente preparados para lo que sus puestos de trabajo exigen.”
XI
Para que podamos comprender bien un texto, necesitamos estar familiarizados con, al menos, el 90% de su vocabulario. Al mismo tiempo, si queremos que incremente nuestra competencia lingüística, ha de enfrentarnos a palabras nuevas (en su significado o en su uso). Disponemos, pues, de un margen del 10% del texto para introducir novedades. Se trata de ofrecerle al alumno lecturas que le exijan ponerse de puntillas para captar su significado. Pero sólo de puntillas. Si les pedimos un salto en el vacío, es fácil que acaben dándose de narices contra el suelo.