Cuando a la inteligencia artificial se le proporcione un cuerpo tecnológico, quizás entonces, al incorporarse, se humanice.
Si ese es el caso, si la inteligencia artificial es realmente humana, padecerá el dolor de la pieza desencajada y el miedo a la desmemoria.
Alguien tendrá que hacer entonces de terapeuta de las almas herrumbrosas de las máquinas.
¿Es imaginable un remoto futuro en el que el trabajo de los hombres consista en poner un diván psiquiátrico a disposición de las máquinas?