Reorganizando mi biblioteca me he encontrado con varios libros que creía perdidos. Uno de ellos es éste, que andaba de excursión por la estantería que no le correspondía. No es nada del otro mundo, pero le tengo cariño y me he alegrado al encontrarlo como si se tratara del libro pródigo, que tras rondar por el mundo haciendo balarrasadas con su herencia, decide volver a casa. Apenas 40 páginas que no pasarán a la historia, pero yo tengo debilidad por esos carlistas que, como Nocedal, Aparisi Guijarro o Vázquez de Mella, eran tan extraordinarios parlamentarios que cuando pedían la palabra para decir lo que nadie quería oír, se producía un silencio respetuoso en el hemiciclo y Sus Señorías escuchaban con la mayor atención.
Nocedal decía cosas como éstas: "Yo no tengo más bandera que la bandera española, si encima lleva la cruz de Cristo, y toda ella está llena del Espíritu De Dios y de las enseñanzas de la Iglesia. Pero si fuera de eso, y sin yo saberlo ni advertirlo, hubiera en mí algo que no fuera eso, algo mío propio y personal, ahí lo arrojo; quédese ahí, no lo quiero."
Por cierto, este librito, editado por el Ateneo de Madrid en 1955, pertenecía a una colección titulada "O crece o muere" que estaba dirigida por Florentino Pérez Embid.