Este magnífico manual fue publicado en 1920. Lo menos que puede decirse de su autor, Alfredo Opisso, es que sabía de qué hablaba. Está estructurado en una amplia introducción y tres partes.
La introducción, de carácter más filosófico trata de la importancia de la lógica y sus materiales, los sentidos, la imaginación, la sensibilidad interna y el entendimiento.
La primera parte analiza la percepción, el juicio y el razonamiento; la segunda, la verdad y los criterios; la tercera, la ciencia, el método, la metodología especial y se cierra con una serie de conclusiones prácticas.
Pero el libro no acaba aquí. Las últimas páginas recogen un pequeño diccionario con algunos de los términos que han aparecido en las páginas anteriores, como como axioma, Buridán, criticismo, Eneida, estolidez, Macbeth, ontológico, prosilogismo, quididad, Stuart Mill, Tannhäuser o Víctor Hugo.
Tras leerlo, he llegado a la conclusión de que hoy no tiene cabida en nuestras aulas por varias razones, la principal de las cuales es que nos exige pensar.
Los neopedagogos se llenan la boca con la importancia de enseñar a pensar a nuestros alumnos. Les gusta considerarse más inteligentes que nuestros bisabuelos. Pero, honestamente, algo tendrían que aprender de ellos.