El día de ayer no comenzó en realidad con la salida del sol, sino a media tarde en la plaza de Tlalpan, que estaba en fiestas, como sus jacarandás florecidas. Puestos callejeros, niños correteando, música, terrazas llenas y aromas de los puestos de comida que la brisa mueve a su antojo de aquí para allá. Hay veces en que la vida te regala unos días así, como de tarde de fiesta de pueblo en vísperas de primavera y uno no siente ni que está viviendo, porque el mero vivir lo ocupa todo con su cordialidad.
El reencuentro con Xavier, como era previsible, alegre y con la urgencia de ponernos al día de nuestras idas y venidas. Hemos compartido proyectos e ilusiones. Estamos hechos para entendernos. A las 7 había quedado en el Centro Vlady, en la calle Goya, con Claudio Albertani y Xavier se prestó a llevarme hasta allí, pero de camino nos paramos en la casa de Alberto Híjar, intelectual marxista, amante del arte y de los toros, que tiene en la cabeza mil detalles de la historia de la izquierda mexicana y en su biografía los avatares de los últimos setenta años de esa historia.
Después Claudio Albertani me contó que aquellos originales de aquel famoso pintor español los tiene X y que vamos a intentar hacer una exposición, para la cual cuenta conmigo. ¡Qué persona más generosa es Claudio! Los detalles, amigos, en su debido momento.
El día de hoy puede decirse que ha comenzado a las 11 de la mañana con la conferencia que he dado en el auditorio Santa Teresa de Ávila de la Universidad Internacional:
Ser imperfectos en la sociedad de la excelencia. Allá estaba, entre el público, Javier Martínez, con el
Niebla de Unamuno entre las manos y estaban también la directora y la jefa de estudios de un colegio que ha organizado, con un notable éxito, un taller para padres basado en mi
Mejor educados. Lo que me han contado me ha emocionado. Por supuesto, les he ofrecido toda mi colaboración.
El tequila como una de las bellas artes
Escribo esto en Puebla. La tarde languidece y a través de la ventana de mi habitación veo el perfil volcánico del horizonte.
A veces vivir parece casi nada.