I Ha aparecido mi sombrero, el sombrero con el que recorrí el sur de los Estados Unidos y el sur de Bulgaria, el sombrero que lleva prendido en cada milímetro un recuerdo, el sombrero que me perdieron mis nietos. Se había quedado en el castillo de Cardona, sin duda a impregnarse de nuevos recuerdos.IIDías de repasos de prótesis: Oculista, dentista, otorrino. El viejo, como animal con prótesis.IIIProfunda insatisfacción con algunas cosas que estoy escribiendo. No consigo avanzar y cuando creo haber avanzado, resulta que he retrocedido. Sé que escribo mal cuando tengo las ideas confusas, pero para aclararme las ideas tengo que escribirlas. Necesito ver mi confusión sobre el papel. Pero ahora me quedo mirándola como un Narciso acomplejado y no encuentro manera de progresar. Necesito alguna prótesis intelectual. No estoy disfrutando.IVLa naturaleza es tan sabia -ya dijo Aristóteles que no hace nada en vano- que inventó el verano para que los hombres pudiéramos disfrutar de las cervezas. Se acaba el verano y para sacarle todo el gusto a la cerveza se necesita la ayuda, inestimable, ciertamente, de un pincho de tortilla. La cerveza deja de ser “causa sui”. VA punto de comenzar el nuevo curso escolar, leo en Alex Beard (Otras formas de aprender, 2019) que el 40% de chicos y el 35% de las chicas finlandesas reconocen, a los 15 años, que no les gusta la escuela.
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