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El café de Ocata
De repente siento su falta, unas veces como un vacío y otras, como un miembro fantasma. En todo caso, lo que echo de menos es algo que forma parte de mí, que es tan mío como yo soy suyo. Es una prótesis existencial, como el carrito en el que se apoyan los ancianos de la plaza de Ocata para llegar al Petit Cafè, que parece un carrito de la compra en el que la carga son ellos mismos. Si estoy cerca de casa, no lo dudo, vuelvo sobre mis pasos. Si estoy lejos, me maldigo a mí mismo y dudo si dar media vuelta o no. Si sigo adelante, sé que estaré todo el día sintiendo su ausente presencia. Me refiero al móvil, claro. Esta mañana ha vuelto a pasar, pero, por suerte, estaba cerca de casa.