Las
cosas que pasan, ya sean alegres o tristes, banales o grandiosas,
ocurren de forma sucesiva, según el antes y el después, en un orden
irreversible, de modo que las cosas que ya han pasado, han pasado
definitivamente y ni siquiera los dioses, dice Sófocles, pueden
evitarlo. Nadie puede deshacer lo hecho. Cuando las cosas que pasan
lo hacen de este modo, decimos que tienen una historia y esa historia
cuenta cómo se suceden unas cosas después de las otras, pudiendo
distinguirse en ese suceder etapas, fases y épocas.
Sin
embargo, las cosas que pasan no sólo suceden así, en sucesión, de
forma irreversible, una sola vez y “nunca más” . Algunas de
ellas, a la vez que se alejan del presente hundiéndose en el pasado,
se acercan a él desde su distancia, llamando a su puerta. Recuerdo,
por ejemplo, el nacimiento de mi hija. Según el calendario, han
pasado ya varios meses y su llegada se aleja, como todas las demás
cosas que pasan, del presente. Pero a la vez, y sin saber bien cómo,
no puedo dejar de reconocer que ese acontecimiento vuelve a irrumpir
en él como si no hubiera pasado o, más bien, como si no dejara de
pasar. Repentinamente vuelvo a sentir la alegría por su llegada, la
impresión del primer encuentro, la sorpresa ante la expresión de
sus ojos mirando por primera vez. ¿Qué puedo decir? Su nacimiento,
ese acontecer, se me desdobla (no sé decirlo de otra manera) en un
presente que pasa y se aleja y en un pasado que insiste en ser y en
no dejar de pasar. Y lo mismo me pasa con otro ejemplo, tan distinto
y a la vez tan parecido, el de la muerte de mi padre. Todo sucedió
con una relativa rapidez. Una llamada de teléfono, acudir
precipitadamente al hospital, dos días de incertidumbre… La fecha
de su fallecimiento se aleja en el calendario, de manera que cuando
lo miro, veo con sorpresa infinita como han pasado ya tantos meses
desde aquel día y sin embargo, al mismo tiempo, no puedo dejar de
sentir que aquello no deja de pasar, que esa despedida no cesa y que
sigo viéndole partir.
Dicen
que pensar es describir lo que se siente y ser fiel a ello. Si soy
fiel a lo que siento acerca de las cosas y de su pasar, tengo que
decir que las cosas pasan, unas tras otras, y cada una de ellas de
una vez por todas, y así quedan consignadas en el calendario, en su
fecha y su lugar, y a la vez, en un a la vez que no entiendo, no
dejan de ser lo que son, no dejan de ocurrir, están pasando y por
eso nunca llegan a pasar del todo, ni dejan de hacerlo.
Así
lo siento, así lo pienso. De un lado, un orden irreversible de
hechos que se suceden los unos a los otros. Del otro, un orden de
insistencias que no dejan de pasar... y de quedar. Así pasan las
cosas que pasan.