Durante un largo rato, la clase de 1º ha debatido sobre una cuestión: ¿en qué consiste una buena vida? Una pregunta como ésta ha llevado al tema de la felicidad. Y el tema de la felicidad ha llevado al del tiempo. O mejor, al de "su" tiempo propio. Mientras que en el conjunto de la clase había desacuerdo sobre el contenido concreto de una buena vida, porque para unos consistía en una vida sin preocupaciones y para otros esa vida despreocupada era aburrida, propia de un pez pero no de un ser humano, parecía que todos estaban de acuerdo en lo siguiente: una buena vida es una vida feliz, pero la felicidad es pasajera, instantánea, fugitiva. Y sin embargo, cuando todo parecía ya dicho, un alumno levanta la mano y dice ¿no podrá ser que hay algo eterno acompañando a cada instante, de modo que cuando somos felices, lo descubrimos por un momento?
Con la idea maravillosa de una eternidad que acompaña al presente, siempre dispuesta a encarnarse en él, pero nunca del todo, en un tiempo singular al que llamamos felicidad, la clase llegó a su fin.