Normal 0 21 false false false ES X-NONE X-NONE MicrosoftInternetExplorer4 /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-priority:99; mso-style-qformat:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin-top:0cm; mso-para-margin-right:0cm; mso-para-margin-bottom:10.0pt; mso-para-margin-left:0cm; line-height:115%; mso-pagination:widow-orphan; font-size:11.0pt; font-family:"Calibri","sans-serif"; mso-ascii-font-family:Calibri; mso-ascii-theme-font:minor-latin; mso-fareast-font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-theme-font:minor-fareast; mso-hansi-font-family:Calibri; mso-hansi-theme-font:minor-latin;} La obra de Nietzsche busca afirmar la vida en todos sus aspectos, decir “sí” a todas sus dimensiones, sin huir de sus oscuridades inventándonos trasmundos. Su obra pretende afirmar la vida incluso en aquello que nos destruye.
Ahora bien ¿cómo es posible afirmar la vida incluso en aquello que nos destruye? ¿Cómo afirmar la vida incluso en aquellos aspectos que revelan su condición mortal? Sólo si la destrucción y la mortalidad implicada por la vida no se oponen a su capacidad de perdurar, a su insistencia, a su afán de inmortalidad. Sólo si la muerte no es el último horizonte para su comprensión.
Sólo se puede afirmar la vida en todas sus dimensiones si la vida y la muerte no se oponen en su devenir. Sólo es comprensible la gran afirmación si la vida muere para renacer en aquello que da de si. Tal vez sea esa la experiencia de lo real que la obra de Nietzsche nos ofrece: la experiencia de una vida capaz de inmortalizarse por su fecundidad. En esa experiencia, que él rastrea en el origen de nuestra cultura, guarda en su obra, y propone como horizonte futuro, se encuentra la razón de toda alegría y toda verdadera afirmación.