La pregunta es demasiado general. Hay infinidad de circunstancias y matices a considerar. Sin embargo también poseemos ciertas ideas generales acerca de la infancia y la madurez que debemos sacar a la luz y someter a crítica si, como estamos haciendo durante algunas clases, nos estamos planteando la pregunta por la felicidad. Por esa razón insistimos : ¿es mayor la posible felicidad disfrutada durante la infancia o la vivida en la madurez?
Para un grupo de alumnos de 1º de bachillerato la respuesta es la felicidad en la infancia. El adulto tiene más obstáculos para ser feliz, pierde su relación espontánea con la satisfacción y se ve sometido a las dificultades de la vida. Sin embargo para los demás hay que tener en cuenta que la felicidad infantil se logra sin esfuerzo y tanto el esfuerzo por lograr nuestras metas como la autonomía del adulto hacen superior su felicidad a la del niño.
Si la respuesta se decanta por la felicidad en la infancia ¿no quedamos condenados a la melancolía? Y si lo hace por la madurez ¿no somos infieles a la experiecia inaúdita de la infancia? El dilema se mantiene si suponemos estas etapas de la vida separadas la una de la otra. Pero ésta no es la única posibilidad.