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¿Ha cambiado algo desde la época de Kant? La respuesta, me temo, no es muy halagüeña. La mayoría de la gente permanece en esa "minoría de edad", confiando su vida material a los "expertos" (médicos, abogados, bancos), su conciencia moral al "gurú" de turno (donde antes había sacerdotes ahora se colocan los libros de autoyuda, los psicólogos o los asesores de coaching), y su entendimiento del mundo a "lo que dice la ciencia", a los medios de comunicación, o a la doctrina de la pequeña secta o rincón ideológico al que se adscriben. ¿Quién piensa hoy por su cuenta? ¿Dónde encontrar un pensamiento crítico hasta la raíz? Difícil. La propia filosofía contemporánea busca a veces la tutoría de la ciencia o de esa religión multiforme o "politeísta" que es "el mundo de la vida". ¿Dónde, entonces, encontrar tutores que eduquen en la verdadera libertad: en la destrucción de todo prejuicio y dogma, en la búsqueda insobornable de la verdad? Muy difícil. Para más desconsuelo la educación, en nuestro país y en tantos otros, se desvincula paulatinamente del viejo ideal ilustrado. La única libertad o autonomía que se pretende es la económica o laboral. Ser "mayor de edad" es ser un profesional bien pagado y apto para consumir todo lo posible (guiado por los expertos en márketing). En la educación moral vale tanto el dogma del sacerdote como el diálogo racional en clase de ética (al fin y al cabo, ¿qué hay de objetivo en lo bueno y lo malo?). La filosofía es considerada poco más que un adorno o entretenimiento cultural que no ha de estorbar el aprendizaje de las materias-herramienta para lo que se supone útil, y que es lo mismo que lo que Kant denominaba deseos "naturales": salud, dinero... ¿Qué más hace falta? Atreverse a saber... ¿Para qué?
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