La LOMCE elimina las asignaturas comunes de Ética y educación cívica (en 4º de la E.S.O) y de Educación para la ciudadanía (en 3º de la E.S.O.), y vuelve a relegar la Ética a una mera opción alternativa para los alumnos que no cursen Religión católica. La LOMCE también elimina la asignatura troncal de Historia de la filosofía en 2º de Bachillerato, que pasa a ser una optativa entre más de doce, entre ellas Religión católica (que se incorpora al currículo de bachillerato al mismo nivel que la Historia de la filosofía).
La "filosofía" de la nueva ley educativa está, por tanto, más que clara. La formación educativa de los ciudadanos ha de limitarse al aprendizaje de saberes de carácter básico (lengua, matemática, idiomas...) y útiles para su inserción laboral. Todo lo demás queda en el olvido. En cuanto a lo que atañe a la filosofía y la ética, y a sus objetivos educativos (la formación de personas integralmente informadas, lúcidas y reflexivas, así como de ciudadanos críticos, activos y versados en el diálogo racional), éstos quedan reducidos a lo que se pueda impartir en la materia común de 1º de Bachillerato (para aquellos que accedan a estudiarlo) y son marginados (o, en buena medida, dejados en manos de los profesores de religión) durante todo el periodo de la enseñanza obligatoria.
Es por todo esto que nos hemos vuelto a asomar a las calles, superando el justo rubor que nos produce a muchos defender lo que debería defenderse por sí solo, para informar a nuestros conciudadanos de la que se nos avecina. No solo en el ámbito económico y social (como ya es más que palpable), sino mucho peor aún, en lo único que permite albergar alguna esperanza creíble de cambio: en el ámbito de la ideas y de la educación que transmitimos a nuestros jóvenes.