Artículo originariamente publicado por el autor en La Gaceta Extremeña de la EducaciónSegún establece la LOMCE, los departamentos de Filosofía de los centros de secundaria van a perder tres de las cuatro asignaturas troncales o comunes que venían impartiendo hasta ahora (Educación para la Ciudadanía, y Ética, que desaparecen, e Historia de la Filosofía, que pasa a ser una materia opcional). A cambio, se les ofrece una serie de optativas de difícil encaje en el ya apretado plantel de asignaturas de los alumnos, y cuya oferta en los centros ni siquiera es segura, amén de una materia alternativa a la religión (llamada “Valores Éticos”) que, aunque adscrita al departamento de Filosofía, nos tememos que no servirá en muchos casos más que para cuadrar los horarios de las plantillas. En nuestra comunidad, tras años de lucha, y a la espera de que el nuevo gobierno autonómico repare en algo este desaguisado, solo hemos logrado que una de esas nuevas optativas (denominada “Filosofía”) se convierta en obligatoria con dos horas en uno de los dos itinerarios del 4º curso de la ESO. Una medida muy insuficiente dado que, en Bachillerato, perdemos casi el 50% de horas lectivas.
Todo esto supone el mayor recorte a una materia desde que se inició el periplo de reformas y contrarreformas que arrancó con la LOGSE en 1990 y que prosigue hoy con la LOMCE. Los profesores de filosofía extremeños y de todo el país hemos visto con impotencia y absoluta perplejidad como, borrador a borrador, sin argumentación ni explicación alguna, la nueva ley perpetraba un recorte que suponía la práctica extinción del ciclo de formación ética y filosófica en los centros de secundaria, la drástica reducción de nuestras horas lectivas, y la posible desaparición de los departamentos de filosofía allí en donde las escasas horas comunes de nuestra especialidad puedan ser impartidas por profesores de otras áreas con mayor peso lectivo. En 1998, cuando comencé a trabajar en el Instituto donde imparto docencia, el mayor de Extremadura para más señas, nuestro departamento contaba con diez profesionales a tiempo completo. En la actualidad somos solo cuatro. Cuando se acabe de aplicar la LOMCE, en su estado actual, podríamos ser no más de dos o tres. Las interinidades inexistentes. Y el caudal de alumnos que enviamos cada año a las facultades de filosofía prácticamente extinguido.
Pese a todo lo dicho, nuestra preocupación va mucho más allá de los perjuicios laborales que atenazan a los docentes de filosofía. La práctica extinción de la formación ética y cívica en la ESO, o de la Historia de la filosofía en Bachillerato, acarrean consecuencias enormemente negativas para la formación de los futuros ciudadanos de esta comunidad y de este país, y representan un absoluto contrasentido en relación a los mismos propósitos que se declaran en el propio preámbulo de la LOMCE.
En primer lugar, parte de los futuros alumnos de la E.S.O (concretamente, todos los que escojan la materia de Religión) podrían no cursar jamás ninguna materia relativa a la educación cívica, ética y filosófica, con el perjuicio que dicha situación supone para la formación integral de dichos alumnos. Creemos, de acuerdo a las reiteradas recomendaciones del Consejo y el Parlamento europeo, que la articulación de una sociedad en torno a valores cívicos y políticos democráticos (y no en torno a credos religiosos particulares ni identidades nacionales disgregadoras) depende del compromiso activo de los ciudadanos con dichos valores, compromiso que solo se puede contraer y ejercer honestamente desde la convicción razonada, la práctica del diálogo y la reflexión crítica en torno a los mismos. En cualquier sociedad democrática la elección de opciones políticas depende, por demás, del juicio de valor de los ciudadanos, que son quienes detentan la soberanía, por lo que la formación de su competencia para construir, con responsabilidad y rigor, sus propios juicios, resulta vital para el arraigo de un sistema democrático que no genere dudas acerca de su valía y eficacia. El desarrollo de esta competencia, la convicción en torno a los valores democráticos, la honestidad en las conductas públicas y privadas, la práctica del diálogo respetuoso, y la reflexión crítica y constructiva en torno a las distintas ideologías y enfoques morales y políticos que conviven en nuestra sociedad son, justamente, los principales objetivos de la formación cívica, ética y filosófica en la ESO. Dicha formación resulta, por tanto, absolutamente fundamental en la Educación Secundaria Obligatoria, y no puede ni debe ser relegada ni tratada de forma “transversal” ni “alternativa”, sino que ha de ocupar un lugar privilegiado en el currículo, como asignatura común a todos, con un horario propio, y bajo la responsabilidad de profesores especialistas.
En segundo lugar, la mayoría de los alumnos que accedan al Bachillerato y, por tanto, a estudios superiores, verán seriamente mermada su formación filosófica. La eliminación de la
Historia de la Filosofía como materia común en el Bachillerato privará a la mayoría de los alumnos del conocimiento y la reflexión acerca de las ideas y los autores cuyas obras constituyen la principal seña de identidad de la cultura europea, así como el fundamento de las doctrinas e ideologías económicas, políticas, morales o científicas que rigen la actualidad y determinan el futuro de nuestro proyecto civilizatorio. Desconocer el pensamiento griego, las raíces doctrinales del cristianismo, las ideas clave que han constituido la modernidad europea, las raíces del pensamiento liberal o socialdemócrata que caracterizan nuestras principales opciones políticas, así como los fundamentos y problemas filosóficos que laten tras la economía, la ciencia, el arte, la religión y el resto de manifestaciones de la cultura contemporánea, condena a los futuros ciudadanos a un estado de inopia y de vulnerabilidad ideológica que compromete y lastra peligrosamente su competencia ciudadana y su identidad como personas. Así pues, creemos que una educación de calidad y dirigida con afán integrador a la formación, no solo de técnicos o profesionales, sino también de ciudadanos y personas activas, autónomas, críticas y conscientes de sus convicciones, no puede prescindir del estudio de la historia de las ideas, ideas que, al cabo, son las que determinan nuestra forma de ser y de hacer tanto en al ámbito social como en el personal.
La práctica eliminación de dos tercios de la formación ética y filosófica en secundaria no solo supone un perjuicio inconmensurable en la formación de nuestros alumnos. Hace también caso omiso de las reiteradas recomendaciones del Consejo y el Parlamento europeo acerca de la necesidad de la educación cívica y ética en la ESO, y que ha supuesto la introducción de asignaturas específicas (no transversales) de educación ética y cívica en la práctica totalidad de los sistemas educativos de nuestro entorno (desde los 12 cursos de educación cívica y ética impartidos en Francia hasta el único curso impartido en Turquía o Bulgaria). Hace también caso omiso de las recomendaciones de la UNESCO, que en su Declaración de París de 1995 reconoce el papel fundamental que juega la filosofía en la promoción de la democracia, mediante el estímulo del pensamiento independiente y el mejoramiento de la capacidad crítica, y que recomienda el mantenimiento y la ampliación de los estudios de filosofía, así como su vinculación a la formación académica y profesional en todos los campos. Ignora también la tendencia general de los países de nuestro entorno, empeñados en dar un peso cada vez mayor a la formación filosofía como escuela de diálogo en libertad, incluso en el período infantil. Y desprecia tanto la opinión de la mayoría de las fuerzas políticas de este país, cuyas enmiendas en favor de la filosofía han sido sistemáticamente desatendidas por el Ministerio, como la suma de voces del mundo académico, intelectual y científico que se han apresurado a defender la importancia de la filosofía en la educación.
Por todo ello, a los profesores, alumnos y amigos de la filosofía en Extremadura nos parece imprescindible que la la administración educativa de nuestra comunidad mantenga su fidelidad al compromiso de devolver a la formación ética y filosófica su lugar propio en el sistema educativo y que, tal como se ha hecho en otras comunidades, devuelva a las materias filosóficas su horas lectivas en la ESO y el Bachillerato.