Este artículo fue originalmente publicado por el autor en El Periódico Extremadura
A todos nos preocupa que unos fanáticos terroristas asesinen al autor de una viñeta cómica o un libro “blasfemo”. Pero, además de esos bárbaros acontecimientos, cada día ocurren a nuestro alrededor pequeños actos inquisitoriales que, aun en grado infinitesimal, representan el mismo tipo de integrismo intolerante e intolerable.
Desde hace algunas semanas – por ejemplo – hay una campaña en las redes para forzar a una editorial a retirar un libro juvenil (“75 consejos para sobrevivir al colegio”, de María Frisa) en que las opiniones de un personaje de ficción, sacadas de contexto, han sacado de quicio a algunos vigilantes de la pureza ideológica de nuestros jóvenes. Podríamos comparar las acusaciones de estos celosos moralistas (el libro – dicen – es una arenga machista que incita a desobedecer a los padres) a las de los inquisidores de los titiriteros encarcelados hace unos meses en Madrid (la obra – decían – era un arenga etarra en la que se burlaban de jueces y policías). En ambos casos, por cierto, los censores reconocen desconocer lo que censuran (no han leído, por lo general, el libro ni visto la obra de títeres), y en ambos se ha utilizado a los niños como levadura (infalible) de la indignación ciudadana.
No son los únicos casos. Más o menos recientemente hemos visto detenciones de señoras por acarrear bolsos de sospechoso diseño, procesamiento de concejales por hacer chistes de mal gusto, linchamientos virtuales (y reales) por opiniones anti-taurinas o vídeos machistas, denuncias en torno al contenido de conversaciones privadas, y un largo etcétera de pequeños actos de radicalismo popular y no tan popular.
Del afán por amordazar la libertad de expresión y dar escarmientos públicos de parte de la derecha en el gobierno no me extraño en absoluto – más ahora que el neoliberalismo ha de adoptar la piel del populismo más cavernario para llevarse de calle a las víctimas de sus políticas económicas –. Y de la vena inquisitorial de cierta izquierda moralmente iluminada, en el fondo, tampoco. El problema es que estos últimos dan más miedo. A diferencia de los cínicos demagogos liberales, los paladines de la corrección política de la izquierda son verdaderos y entusiastas catequistas. Creen, de verdad, que hay que prohibir o censurar todo lo que atente, critique o ponga en solfa sus posturas ideológicas, desde los libros machistas a la religión en las escuelas.
Lo de los libros es preocupante. Toda la literatura que conozco contiene valores políticamente incorrectos (machistas, belicistas, anti-ecologistas, etc.) ¿Debemos pedir que se retiren los libros (o, al menos, las versiones escolares) de Homero, Eurípides, Fray Luis, Quevedo, Wilde y otros tantos miles? ¿Censuraremos los cuentos clásicos infantiles? ¿Sacaremos también de los museos los cuadros en los que, por ejemplo, se trata a la mujer como objeto sexual? Casi todos los filósofos que leen mis alumnos (menores de edad) son igualmente sospechosos: Platón era antidemócrata, Aristóteles defendía la esclavitud, Nietzsche, un machista de cuidado, Heidegger un nazi.. ¿Los suprimimos en bloque?
Obviamente, ese no es el camino. Si queremos que los valores y principios que defendemos (y el feminismo y el ecologismo son muy dignos de defenderse) rijan la vida de la gente, lo último que debemos hacer es imponerlos. El debate crítico, en el que todos manifiestan su opinión, sin censuras, es la única forma, legítima y eficaz, para convencer a otros del valor de tus ideas.
El problema, claro está, es cómo debatir con un fanático, cuyas ideas suelen estar blindadas. Si criticas, por ejemplo, el afán censor de cierto feminismo hooligan, es que no puedes pensar más que como un macho. Si cuestionas al ultra ecologista la presunta maldad de los alimentos transgénicos es que te han manipulado o comprado las malvadas multinacionales. Etcétera. Es como lo que me decía un cura, de joven, cuando le argumentaba contra la existencia de Dios: “Eso, hijo mío, es el Señor que te pone a prueba”.Los creyentes tienen respuesta para todo. Lo jodido es que lleguen al poder y descubramos que también tienen leyes para todo.