Este artículo fue originalmente publicado por el autor en
El Correo ExtremaduraTan complicada está la cosa pública que la enésima porra que compartí, el mes pasado, con dos buenos amigos (excelentes politólogos los dos), tenía no dos, ni tres, sino ¡doce casillas! ¡Doce incógnitas apremiantes a las que responder! ¡Y porque no cabían más en la servilleta del bar! Como sus predicciones eran mucho más expertas y sensatas que las mías, y no necesitan, por tanto, mucha explicación, paso a justificar las propias, mucho más alocadas y especulativas – ¡ni análisis detallados de encuestas, ni rumores, ni información privilegiada, ni nada! – . Ya veo torcer el gesto a mis dos escrupulosos amigos ...
En lo primero en que disentía de ellos es en que habrá terceras elecciones. Según lo veo yo, no hay para Sánchez y su ejecutiva más salida viable que esa. Unas nuevas elecciones desfondarían probablemente a Podemos y a Ciudadanos, y podrían no ser tan favorables al PP como se pinta en algunas encuestas (¡encuestas, ja!). Una vez en retirada la coalición Podemos-IU, y Ciudadanos asimilado al PP, se volvería a un escenario bipartidista que podría ser favorable al PSOE. En primer lugar por el, aunque lento, inevitable desgaste de Rajoy: van a ser ya muchos meses de gobierno en funciones, muchas investiduras fallidas (suyas o de otros – pero de las que él propio Rajoy aparece como corresponsable – ), y una última traca de escándalos, desde el más reciente del ex-ministro Soria hasta los de los procesos judiciales del próximo otoño. En segundo lugar, la desaparición del “peligro” de un gobierno de coalición con Podemos, tal como el que se preveía en las últimas elecciones, podría desactivar a una parte del electorado que ha votado al PP (algunos con la nariz tapada) por miedo a la “izquierda radical”. En tercer lugar, la bajada en las encuestas (¡ese
arma electoral que son las encuestas!) de Podemos y Ciudadanos podría concentrar el voto de izquierdas y el voto, en general, contra Rajoy, en el PSOE de Sánchez, por aquello de ser útil. Así, mientras llegan esas elecciones y el gobierno en funciones se desgasta, Ciudadanos agoniza, y Podemos muestra unos meses más su irrelevancia política (cuando no sus luchas intestinas), Pedro Sánchez podría seguir exhibiéndose como el más firme opositor al PP (su próximo contendiente directo) y, a la vez, como un adalid de un imaginario gobierno alternativo con Podemos (y, más lejanamente, Ciudadanos). Tal gobierno alternativo es, como se sabe, imposible, pero el hecho de invocarlo da al candidato del PSOE la impronta de un líder capaz de suscitar consenso (la culpa sería de los otros, incapaces de ponerse de acuerdo) y el perfil de izquierdas necesario para recoger los votos que pierda Podemos.
Mi segunda predicción, en esta misma línea, es que Pedro Sánchez podría ser el próximo presidente del gobierno. Y esto por los motivos que acabo de exponer: vuelta al bipartidismo, concentración del voto de centro y del voto útil de izquierdas en el PSOE, y retracción del voto del PP por la desaparición de la amenaza de Podemos. Aunque no sería del todo descartable, en caso de terceras elecciones, un golpe de mano del PSOE contra Sánchez, esto no parece una opción muy inteligente (salvo descalabro total en las encuestas): a ningún partido le interesa desatar una batalla interna en periodo electoral. Es más: mantendría esta predicción a favor de Sánchez incluso en el caso de un desastre electoral del PSOE en Galicia y el País Vasco. Los resultados en estas comunidades, políticamente tan
sui géneris, no son fácilmente extrapolables al conjunto del país. Sánchez, además, se está mostrando como un alumno aventajado de Rajoy en dos de las cualidades más destacables del presidente: la perseverancia, y una insaciable – y un tanto maquiavélica – sed de poder.
¿Y qué va a pasar con Podemos? De mis dos amigos, la una apostaba por guardarle un lugar en un inmediato gobierno de coalición presidido por Sánchez, y el otro afirmaba que compartiría la oposición con el PSOE. Mi predicción coincide en parte con la primera. Podemos estará en un gobierno del PSOE, si bien tras unas terceras elecciones, y con muchos menos escaños y poder que antes, por lo que su participación en el gobierno, junto a IU, sería mínima – aunque necesaria para desbancar al PP –. Lo cierto es que en estos meses, y aún más si ha de afrontar otro esfuerzo electoral, Podemos va a perder mucho fuelle, y a mostrar muchas de sus debilidades. El debate interno, que ya se está produciendo, sobre la entidad política e ideológica del partido (en una suerte de limbo entre socialdemocracia y populismo radical, por no hablar de la compleja relación con los nacionalismos o con IU), junto a las tensiones en las bases, tanto políticas como organizativas, y un liderazgo, el de Pablo Iglesias, notablemente desgastado, son, todos ellos, factores que invitan a la desconfianza sobre el resultado de Podemos en unas nuevos comicios.
En la cuestión catalana es donde menos claro lo tengo. Mi amiga decía que habría, finalmente, un referendum consultivo, aunque con resultados no concluyentes, y mi amigo apostaba por otorgar a Cataluña un “pseudo concierto” económico disimulado para contentar a los nacionalistas. Yo me quedaría con esta segunda opción, aunque no descarto (también) la promesa de una reforma constitucional de corte federalista más a medio plazo, si, como vaticino, ganan los socialistas en las próximas y terceras elecciones (por ganar quiero decir formar gobierno, claro). En cualquier caso, la cuestión catalana podría torcer todas las predicciones hechas hasta aquí. Algunos miembros de la CUP han manifestado estos días su voluntad de provocar un enfrentamiento aún mayor con el Estado, algo que siempre beneficia a la derecha y que podría entronizar definitivamente a Rajoy en el poder.
Así que, si por hache o por be, o por EH Bildu, o por la CUP (o por cualquier otra cosa), se demuestra que me he equivocado en todo, pueden decir ustedes, junto a mis dos amigos, que
no me conocen de nada. Estos últimos me negarán, además, después de trasegar una cena a mi costa, los muy listos.