La pedagogía tradicional y sus deberes se funda en creencias erróneas y poca rigurosas acerca de cómo ocurre realmente el aprendizaje en los niños, suponen una actitud de desconfianza irracional hacia los jóvenes (por la que se asume que “si no es por la fuerza no hacen nada”, o que el ocio y la libertad equivalen a desorden y libertinaje), enarbolan valores que nada tienen que ver con aprender y desarrollarse como un ser humano libre y lúcido (competitividad, excelencia académica, obediencia, disciplina...), y se enraízan, en general, en una suerte de
moral de la culpa y el sacrificio que es moralmente tóxica, psicológicamente castrante y educativamente estéril... De esto trata nuestra última colaboración en
el diario.es Extremadura .