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Se decía que el descubrimiento y domesticación del fuego, hace medio millón de años, tuvo que ser un elemento determinante en el desarrollo intelectual de nuestros ancestros. Cohabitar en torno a una fogata habría acabado, según parece, con las largas horas de oscuridad y peligro de la noche animal, tornándola en un tiempo humano de convivencia y ocio, una especie de prolongación artificial del día en la que nuestros antepasados podían soñar despiertos, pensar, y compartir ideas, cuentos y cantos a través de imágenes y misteriosos símbolos... ¿No es una bella hipótesis?... De esto trata nuestra última colaboración en El Correo Extremadura. Se puede leer pulsando aquí.