p { margin-bottom: 0.21cm; direction: ltr; color: rgb(0, 0, 0); }p.western { font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12pt; }p.cjk { font-family: "SimSun"; font-size: 12pt; }p.ctl { font-family: "Arial",sans-serif; font-size: 12pt; }

¿Qué nos obliga a ser honrados? Dejando de lado los genes, la ley (que solo obliga a los más débiles o incapaces) y a Dios (esa especie de policía incorruptible ante el que no podríamos quedar impunes), solo nos queda una cosa: la
ética. Pero la ética no es más que la discusión racional en torno a preguntas como la que
encabeza este artículo. ¿Hay realmente alguna razón
moral para no ser corruptos? Si no contestamos a esta pregunta no hay movilización, moción de censura, o esfuerzo cívico y político que pueda hacer
absolutamente nada para librarnos de la corrupción (ni, como ven, de la filosofía). De esto trata nuestra
última colaboración en El Periódico Extremadura.