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¿Qué nos obliga a ser honrados? Dejando de lado los genes, la ley (que solo obliga a los más débiles o incapaces) y a Dios (esa especie de policía incorruptible ante el que no podríamos quedar impunes), solo nos queda una cosa: la ética. Pero la ética no es más que la discusión racional en torno a preguntas como la que encabeza este artículo. ¿Hay realmente alguna razón moral para no ser corruptos? Si no contestamos a esta pregunta no hay movilización, moción de censura, o esfuerzo cívico y político que pueda hacer absolutamente nada para librarnos de la corrupción (ni, como ven, de la filosofía). De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura.